miércoles, 8 de junio de 2011

Recuerdos de mi infancia (3º parte)


Hoy mientras hacía algunas cosillas en mi piso, pensaba en el pasado, en mi pasado. Recordé que en este blog, había escrito algo sobre el día de mi nacimiento, como así también del pueblo donde pase mi infancia y casi mi adolescencia. Linda época esa, se dice que lo vivido en la niñez y la juventud es lo que queda grabada en la memoria. Realmente no puedo negar que fue una de las mejores épocas de vida.
Por ejemplo me acuerdo que cuando mis padres se fueron a vivir a Rodeo Del Medio, nuestra primer casita, era pequeña (de familia éramos tres y a posteriori apareció mi hermano), y constaba de una cocina, un lugar que hacía de living-comedor, dos dormitorios, baño y un gran patio, de eso me acuerdo patente. En ese patio jugábamos con mi hermano allí, como otrora se usaba, y más en los pueblos, teníamos un gallinero, y había unas cepas (de la cual no me acuerdo que uva daba, negra se que era y rica, eso sí), pues allí tuvimos con mi hermano un columpio (no sé como se dice aquí en España) que fue un regalo de papa Noel, compartido por supuesto, ya que el presupuesto de mi papa no daba para más.
Era un armatoste de madera grande, que ocupaba buena parte del patio, con dos asientos enfrentados, para dos personas en cada asiento. Pues allí tuvimos aventuras de lejano oeste y un montón de juegos que inventábamos, con esa imaginación única de niños. En esa época los héroes estaban entre El Llanero Solitario, El Avispón Verde, dibujos animados como el Lagarto Juancho, Bugs Bunny, el Gallo Claudio, Tom y Jerry, el Correcaminos y los de siempre de Disney.
Las calles del pueblo eran de tierras en esa época, y con unas grandes acequias a ambos lados que eran la delicia de los chicos del barrio, ya que en verano nos dejaban bañarnos allí. Hacíamos carreras de barcos en esas acequias, y recuerdo que nos caminábamos unas lindas calles mirando como nuestros barcos (muchas veces pequeños trozos de madera) luchaban por un primer puesto.
Frente a mi casa tenia de vecinos a dos muchachos fantásticos, que fuimos amigos de pequeños, y a posteriori se unió otro amigazo de la infancia que eventualmente cuando joven nos solíamos cruzar.
Los primeros son de apellido Fontana. Eran particulares, ya que eran tío y sobrino, y se llevaban unos dos o tres años aproximadamente. Creo que he comentado de ellos en otra oportunidad. Los padres de estos muchachos tenían una empresa de camiones que transportaban vino en tanques. Y solíamos jugar en el patio de la empresa sobre los tanques vacios. Allí fue donde tuve un pequeño accidente, caerme desde uno de esos tanques saltando sobre el mismo y abriéndome buena parte de la mano, del cual aun guardo de recuerdo esa cicatriz. Me viene como en un sueño, el recuerdo de verme la mano así toda vendada y sangre por todos lados, sobre todo encima que me caí, por lógica, me retaron ese día. En fin, siempre sucedía después de una trastada (y máxime si había daños físicos) venia un buen tirón de orejas. Lo he hecho yo de padre, a veces con mis hijos.
Habíamos hecho una camada de amiguitos, los fontanas, y el otro amigazo Alberto Peña (mendocino de padre chileno), su hermano Juan Carlos, mi hermano y yo. Anduvimos mucho tiempo juntos entre travesuras y escuela (bueno téngase en cuenta que para unos niños de 7 a 10 años, mucho tiempo fueron esos tres o cuatro años de estar en el colegio primario)
MI primaria la hice en la Escuela Nacional John F. Kennedy (en honor al ex presidente americano asesinado). Estaba situada en la esquina de nuestra casa, así que como podrán imaginar no costaba nada ir al colegio. En un paso estaba allí, y tampoco se podía faltar o escaquearse (la tenia jorobada esa). Allí conocí a una de mis referentes de personalidad, la señorita Yolanda Di Marco (creo que me enamore de ella de pequeño, bueno y de mi maestra de tercero, una mujer que media 1.80 ms, que me daba vueltas). Esta mujer en un futuro se volvería a cruzar en mi vida, estando presente también en parte de mi adolescencia. La Sta. Di marco era una persona de tratar muy suave, pero a distancia.
Además una persona recta, tanto con sus alumnos, como con los padres. A mí me enseño, a parte del plan de estudio, a tratar con las personas, al respeto hacia los demás, como así también a ser objetivo en las decisiones.
Me viene a la mente, La escuelita ésta, ya que tenía sus años. La verdad no tengo idea cuando se construyó, pero sí que sus paredes eran de adoquines de barro, como así también la estructura de la misma bien antiquísima, la predisposición de las aulas con sus pisos de madera, la hacían aún mas viejita. Tenía un patio grande con el mástil en el medio. Hecho este que nos llevaba a cantar aurora (Alta en el cielooooooo…un águila guerrera…) casi a diario.
Nos colocaban formaditos por grado, alrededor del mástil, y mientras los designados abanderados izaban la bandera, el resto entonábamos la canción. La época de los guardapolvos blancos, que lindo.
Además tenía un patio hacia el final del colegio con un árbol grande, que solía hacer de lugar para atrevidos escaladores, y también de accidentes, como el que tuve al saltar sobre una rama del mismo y pegarme en la cabeza, haciéndome otro tajo más. Me acuerdo que ese día la señorita Di Marco, me trato seriamente dándome un sermón sobre la peligrosidad de saltar a mas de dos metros del piso, en una rama de un árbol, teniendo yo creo que diez años u once. Y a su vez como defendió ante mi mama, la postura de chiquillada que había realizado, evitando retos mayores.
En el pueblo, no había en esa época un hospital, ni siquiera una sala de emergencia, sino que teníamos al doctor del pueblo. Una persona mayor de la cual no me acuerdo su nombre, pero cuando me vio llegar con unas vendas provisorias que me habían puesto, y con mi cara de susto atroz, (ya que entrar al médico era signo de pinchazos en esa época), pues me trato con toda la experiencia de un viejo sabio, distrayéndome con su charla mientras limpiaba y curaba. Eso sí, me vendo la cabeza de tal manera que parecía un soldado tiroteado en guerra. Fue lo que tengo en mente, mi cabeza vendada todo alrededor y parte de mi cara, dejando al descubierto las orejas únicamente. Creo que para mis amigos y compañeros de escuela, fue más divertido verme así que haberme visto ensangrentado. Por lógica fui objeto de bromas a más no poder.
En esa Escuelita, que hoy en día ya no existe como lugar físico, porque creo que construyeron un nuevo edificio y no sé si le cambiaron el nombre, pero bueno, como decía en esa escuelita nos visito Robert Kennedy, en su paso por la provincia de Mendoza. Tuve la oportunidad de conocerlo, así a la distancia por supuesto y con la mentalidad de un niño de corta edad. Pero aun así recuerdo que nos hablaron antes de su visita, de cómo teníamos que comportarnos, nos hicieron conocer la historia de su hermano John, y bueno creo que parte de la vida de Robert. Y lo recuerdo sentado con traje, y toda la comitiva, en el patio del colegio. Ese momento es algo que no se me ha olvidado. El porqué, no tengo idea.
En fin, en esa casa, la primera que alquilo mi padre en Rodeo del Medio, vivimos creo que unos 10 años más o menos, estaba situada en la calle Patricias Mendocinas. Una de las más conocidas del pueblo, ya que allí confluían tres colegios, la escuela J.F.Kennedy, el Instituto Privado Secundario Rodeo del medio y sobre la ruta el Colegio María Auxiliadora.
Rodeo fue un pueblo que gracia a sus colegios tenía mucha vida, revoloteaban los chicos en época colegial, y aun ahora lo han de hacer. Bares, Kioscos, librerías, heladería, todos tenían su vida con estos colegios…
 Paisano de Rodeo del Medio

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