miércoles, 8 de junio de 2011

Del pueblo y mis amigos


Tengo una foto, que  la vengo colgando en todos lados. Se la pedí a Mario Campanella, una foto que tenia Miguel Viteri cuando pequeñuelos todos, de la época de “pantalón cortito, bolsita de los recuerdos…”, bueno no eran tan cortitos en nuestra época, pero sí una bolsita llena de recuerdos.
Creo que tanto ellos, como yo, es nuestro Vellocino de oro, todo ese conjunto de recuerdos de infancia, pasadas allí en el grandioso y pequeño pueblo de Rodeo del Medio.
Me escribió Julio, el hijo del farmacéutico del pueblo. Me acuerdo de su papa, un tipo “macanudo”, dijéramos nosotros. Si bien en algunos momentos nos pego una buena raspada de cabeza (porque varias trastadas nos mandábamos), es cierto también que con su hijo era muy “compinche”. Me acuerdo que le prestaba el coche a Julio, un Siam Di Tella, que era en esa época para nosotros tocar el cielo.
Tanto el papá de Julio, como mi padre, se parecían bastante en caracteres. Eran serios en su momento, pero siempre con la sonrisa a cuesta (a veces cuando era necesario mas que natural). También me acuerdo del tío de Julio, un hombre creo que soltero o viudo en esa época, peinado a la gomina, y sonrisa más grande que una casa.
Son recuerdos que me vienen a la cabeza en el momento. Con Julio, entramos juntos a la secundaria, allí estaban también el Cacho Moi, el turco Aise, la Graciela Rodríguez, liti maza (hija del famoso historiador mendocino, Don Isidro Maza), y mi cabeza ya vieja se acuerda de los rostros pero no de los nombres.
Una de las cosas que me vienen a la memoria era la época de verano, donde a falta de mar, teníamos el “zanjon”, que va paralelo a la ruta nacional nº 7. La ruta que en ese entonces unía Mendoza con Buenos Aires.
Pues este “zanjon”, se nutria de agua de río, de deshielo; o a veces agua de riego, y como era grande y además en ciertos lugares de extensión larga, pues lo utilizábamos para bañarnos allí, en horas de la siesta cuando el trafico amainaba, con pantaloncitos cortos, nos metíamos allí. Generalmente en el trecho que iba desde la Iglesia Maria Auxiliadora hasta casi frente a la Farmacia del papa de Julio. Era una experiencia sublime realmente.
Si bien mientras releo este escrito, noto que existen incoherencias narrativas, no soy escritor, tan solo estoy plasmando recuerdos que me acarician y compartiendo con mas de un paisano de Rodeo que quiera leer (y porque no aportar) vivencias de niños. Niños que con tan poca cosa se divertìa.
Máxime en nuestro pequeño pueblo que si bien no era extenso en habitantes, lo era en terreno en sí.
Como mencione una de las características especiales para nosotros era el “zanjon” que corre paralelo a la ruta principal.
Como también la vieja estación de ferrocarril, donde nos parábamos en un costado a ver pasar el tren que unía Mendoza con Buenos Aires, quizás soñando cada uno de nosotros con estar arriba en ese tren viviendo una aventura particular.
Como menciona Julio en su comentario, había un consultorio odontológico, del Señor Labiano. Un señor de aspecto intrigante para mí, pero muy reconocido en el pueblo, su consultorio lo tenia en una de las habitaciones de su casa.
Para ingresar a este tenias que pasar por el pasillo principal de casa y allí lo tenias. Pero no es esto lo que nos gustaba en si, sino que en el portal de su casa había un pequeño puente para sortear una de las tantas acequias del pueblo, y en los costados de este puentecito dos bancos de piedra donde nos sentábamos a charlar, a veces horas y horas, aunque en algunas siestas don Labiano nos llamo la atención. Pero era un lindo rincón para charlas y sueños.
Que linda época realmente, todo tiempo pasado ya paso (dijeran Les Luthier), pero siempre ronda por la cabeza de quienes hemos disfrutado de una linda infancia.
Y máxime en Rodeo del Medio.
Bueno no me extiendo mas, por ahora. Gracias realmente Julio por estar allí y acordarte de tan bellos momentos que quedaron grabados a fuego en nuestras mentes y corazones.
Me llena de orgullo saber que aun somos amigos y nos recordamos como en aquella época. Y para ser honesto me has emocionado y si, al igual que vos, estoy contento de que nos hemos cruzado nuevamente, como en ese banquito que tenia Don Labiano en la puerta de su casa.
Paisano de rodeo del medio

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